viernes, 6 de marzo de 2009

XIX - Remembranza

Amparado por los vítreos pestañeos de los faroles, desando a tropezones calles de adoquines, en una ciudad que aún conserva su arquitectura colonial. Mientras subo las escalinatas del hotel de turismo, observo la rígida vigilancia de los cardones. En mi cuarto me recuesto sin desvestirme, pues mis fuerzas son escasas. La imagen de mi padre es una baraja que talla recuerdos de la época de mi juventud, cuando en el solaz del hogar sus palabras motivaban mi intelecto. Una mañana de verano, en que las gotas de rocío se deslizaban entre las uvas de una parra que era su más grande orgullo, dejando un libro a un lado, me miró larga y detenidamente.
- ¿Ocurre algo? – le pregunté mientras me acomodaba en el sillón, a la espera de sus frecuentes reflexiones en voz alta.
Sonrió mientras buscaba ordenar sus ideas:
- Reflexionaba sobre la incapacidad de la naturaleza humana para poder acceder al “conocimiento unitivo” de lo Sobrenatural – dijo como para si mismo.
- ¿Te refieres al “pecado original” que marca a las tradiciones puramente devocionales, y que conlleva la visión de un hombre “marcado” desde el nacimiento?
- Se miró las manos y agregó: “Castrado” espiritualmente y arrojado al mundo diría yo, expulsado del paraíso sin mas posibilidad de acercarse a la divinidad que la Fe, la Razón (limitadamente a pesar de la escolástica de Santo Tomas), y en algunos casos excepcionales la mística (variedad “femenina” de iniciación en la que es por la “Gracia Divina” que lo Sobrenatural se manifiesta al místico, que lo recibirá “pasivamente” y no como fruto de una labor activa de ascenso hacia lo Divino, de “conquista de los Cielos” al modo del “heroísmo espiritual” del esoterismo y que podremos encontrar muy claramente recogido en algunas ramas del Budismo).
- Luego de un suspiro continuó. Es así, el Pecado Original y su “marca” es lo que caracteriza al Hombre tras “la Caída”. “Marca” que nos aleja ya definitivamente de la posibilidad de acercarnos a la unión con Dios, de la posibilidad de “transmutar” nuestra alma y superar nuestra mera humanidad, y nos avocará a la humanidad postrada, pasiva frente a lo Sobrenatural, y a la que solo le queda la Fe, la Oración, y la reglamentación de la vida de acuerdo a un catálogo mas o menos extenso de pecados.
- Pero olvidas padre, que para algunas de las corrientes del cristianismo “esotérico” la llegada de Cristo supuso el fin de “la carga” del Pecado Original y la recuperación para la especie humana de su posibilidad de Superación de lo “simplemente humano”, de “virilización” espiritual, de contacto con la “Chispa Divina” que portamos como núcleo irreductible de nuestro ser, y de su avivamiento hasta el completo incendio de nuestra alma por la llama del Espíritu. En dichos casos de cristianismo esotérico la llegada de Cristo devolvió el equilibro al alma humana tras la caída de Adán, quedando en suspenso el “Pecado original”, y pudiendo ahora volver a intentar el acceso al Espíritu y la unión con Dios. La Magdalena redimida tras su vida de pecado, su unión con Jesús, el Santo Grial y el hijo de “Sangre Real” que esta por llegar para gobernar el mundo, son símbolos de dicho discurso esotérico dentro de la propia tradición cristiana.
- Si hijo, acepto eso, pero esa ideas son muy minoritarias dentro del cristianismo, y éste se afirma en la concepción del Hombre como criatura “tarada espiritualmente” por el Pecado Original sin mas recursos para la salvación que la fe, la oración, y la elusión del pecado.
- ¿Cual es tu punto entonces, padre?
Se levantó y caminó hacia la ventana donde una bandada de gorriones correteaba entre las copas de los vetustos árboles. Luego me miró con el ceño fruncido diciendo.
- No puedo dejar de pensar en esa teoría filosófica de los antitrinitarios que nos quiere inclinar a pensar que el cristianismo, en su forma incipiente, fue influenciado y corrompido por la cultura y filosofía griega predominante en el mundo mediterráneo desde los tiempos de las campañas de Alejandro Magno. Específicamente, la doctrina de la Trinidad y la Deidad de Cristo son rechazadas y denunciadas como antibíblicas y se dice que fueron introducidas al cristianismo por medio de la influencia de la filosofía helenística, particularmente las ideas de Platón y que adopta los términos y conceptos de Heráclito, Filón y otros. Te repito textualmente lo que dije anteriormente, "...si eso fuera cierto, seriamos una humanidad marcada y ese hecho nos aleja de la posibilidad de una unión con Dios y nos muestra como una humanidad postrada, pasiva frente a lo sobrenatural con las únicas herramientas para hacerle frente como son la Fé, la oración, y la reglamentación de la vida de acuerdo a un catálogo mas o menos extenso de pecados."
- Pero, padre, la "teología" trinitaria ha expresado que la trinidad que ellos predican no es la misma trinidad filosófica ni proviene de ella. La principal diferencia que según ellos se encuentra entre estas dos, es que la trinidad de los griegos es abstracta y no hace referencia a personas divinas, como sí lo hace la supuesta trinidad cristiana.
- Si esto es así, entonces ¿por qué los trinitarios tempranos tuvieron que valerse de las mismas ideas de Platón - y de otros filósofos - al igual que de su mismo vocabulario cuando hablaron de la trinidad? ... estos hombres no estaban explicando ninguna fe cristiana a sus lectores paganos, sino que estaban propagando doctrinas de error, mezclando cristianismo con filosofía
Sus palabras, que escondían una velada convicción me sobresaltó.
- Debo reconocer que esa es una visión desalentadora e inquietante, padre.
No me contestó, siguió en la ventana con su vista fija en el paisaje, pero su alma navegaba por el acheron piloteado por las manos temblorosas de caronte.

jueves, 5 de marzo de 2009

XVIII - El Cementerio

Al salir del túnel, mis pasos torpes me llevan raudo hasta aferrarme a una verja de hierro, que se queja tenuemente. Sus hojas estaban unidas por cadenas a un candado colonial, con forma de un corazón atravesado por una espada. Oteo su interior, llamando mi atención los múltiples mausoleos adornados por coronas de flores artificiales. Se mezclaban con las flores naturales resecas. No se porque ingresé forcejeando entre las hojas del portón, tal vez lo que dejaba atrás me daba mas pavor. Mis pasos cautos deambulan entre tumbas diversas, hasta que me apoyo en un mausoleo cuya placa decía “Edmundo Zaldívar, autor del carnavalito El Humahuaqueño”. Recordé que este músico trascendió las fronteras de nuestro país. Junto a él otro mausoleo ostentaba otra placa que decía Ricardo Vilca, un músico que indagó sobre sus raíces con profundidad y tradujo a su propia vibración musical lo que percibía en el bucólico entorno de su tierra. Vilca fue conocido como "el artesano del silencio". ¿La razón? Sus obras quebraban el ambiente suspensivo de la Puna con la misma delicadeza con que lo hacen cotidianamente los campanarios, los teros y el bullicio general. "En la Puna cada ruido merece su atención. Yo los escucho, me inspiro y los musicalizo", recuerdo que expresó a modo de revelación de sus métodos. Me siento en su mausoleo, mientras contemplo como la luz plateada de la luna hacía resaltar el lívido blanco de las cruces a mí alrededor. Me recuesto mirando un cielo majestuoso donde miles de estrellas titilan con colores variados, fenómeno que sólo se da en estas alturas. No se porque traigo a colación estas palabras de este músico, pero como si su espíritu se insuflará en mi interior mis músculos se tensan y mis oídos se agudizan. Un ruido imperceptible llega desde el muro que se encuentra a varios metros de mí. Luego de titubear, me acerco sigiloso mientras una sombra rauda se arrastra entre las cruces en la misma dirección. Quedo petrificado de terror mientras me agazapo detrás de un mausoleo, quedándome inmóvil. Mi mirada recorría a intervalos el muro de adobe y las sombras donde sentía que algo acechaba expectante. Mi intranquilidad aumentaba mientras sentía un murmullo que subía y bajaba de volumen al otro lado del muro. Una voz dijo:
- Ahora….rápido…sube…
Sentí como alguien forcejeaba, intentando trepar hasta que llegó a la cima. Era un muchacho adolescente que se inclinaba peligrosamente para ayudar a subir a otro.
- Esta oscuro, apúrate – lo arengaba mientras miraba receloso hacia unas tumbas a la cual la luz de la luna velaba.
Con creciente angustia observo como una silueta antropomorfa se mueve en la oscuridad con la evidente intención de acercarse a la pared.
En lo alto del muro, los dos muchachos asustadizos, discutían cual iba a bajar primero. Uno de ellos se animó y se lanzó cayendo a unos metros míos. Ni bien se reincorporó miró a su amigo que seguía en lo alto sin animarse a descender. En ese instante, me sobresalto un bulto antropomorfo que cayó violentamente sobre el guaquero, que emitió un gemido sordo de terror y de sorpresa. No pude verlos en la oscuridad, pero se sentía una lucha vertiginosa entre golpes y quejidos, hasta que una silueta salió corriendo esquivando los testigos mudos de los mausoleos seguida por otra sombra que gruñía y jadeaba. Miré hacia lo alto de la muralla, donde el otro guaquero había quedado petrificado, hasta que se tiró hacia la calle. Me moví sigiloso, bordeando el paredón hasta que esquivando el osario logro llegar al portón de hierro sin tropezarme con nada sospechoso. La luna iluminaba toda la loma hasta el monumento donde los guaqueros temblaban, uno aferrando al otro. Sobre la espalda agitada y sangrante de uno de ellos se podía ver marcas como de arañazos que como surcos destilaba su ámbar ofrenda al reino de la noche.

miércoles, 4 de marzo de 2009

XVII - El Guía

La noche es un velo piadoso, deslizándose furtivamente por los silenciosos recovecos de la prelatura. En su celda, la hermana Teresa encuentra cobijo en un viejo sillón hecho de cardón finamente trabajado. La curiosidad hace que hojee el diario del Padre Bernal, retomando su lectura… “shulco silbaba entre las hendiduras de las rocas, mientras yo dormitaba intranquilo, producto de un ruido extraño que se hacia monótono. Parecían pisadas furtivas sobre las piedras sueltas de este refugio derruido donde habíamos improvisado un vivac. El saco de vivac es un saco impermeable que puede usarse solo o sobre la bolsa de dormir, su función es impedir que el cuerpo se moje y aislar el viento. La esterilla o aislante es una plancha de goma utilizada para aislar la humedad y el frío del suelo. Ese movimiento de las piedras, que mi percepción relacionaba como pisadas, no me dejaba descansar en paz haciendo que mi mente se mantuviera adormilada pero alerta. El guía se había recostado agazapado ante una gran roca y dormitaba como yo. Se estremecía y de vez en cuando, su cuerpo sufría una convulsión. Hablaba incoherencia, su respiración se agitaba por intervalos cortos para luego quedar inmóvil, expectante. A intervalos me parecía escuchar voces o lamentos graves, como provenientes de una gran distancia; a veces apagados y otras veces eran bramidos que se mezclaban con la fuerza que shulco infligía a su paso. Con los ojos entrecerrados, advertía que las sombras se movían coincidentemente con el ruido de las piedras. Eran revueltas por pisadas impacientes y que para mi consternación cada vez las sentía más cerca de mí, como si me rondara con sigilo. Me acurruco en mi bolsa de dormir temblando, mientras contemplo el bote apostado a la orilla del lago. Un detalle me intranquilizaba de ella, su inmovilidad. Ese detalle, que parece intranscendente se sumaba a los extraños sucesos que iban ocurriendo desde nuestra llegada. Shulco castigaba el escenario nocturno pero, como si tuviera un pacto oscuro con la laguna, extrañamente no tenía influencia sobre su acuosa consistencia. A medida que la noche transcurría, algo prieto y atemorizante se extendía sobre nosotros. Los caballos bufaban y daban coces, a pesar de estar maniatados, intentando alejarse de la laguna. Una risita nerviosa me sobresalta y hace que me sienta bruscamente. Busco al guía con la mirada, pero ya no estaba en su lugar, al cobijo de la gran roca. Me pongo nervioso y sigilosamente me levanto, deslizándome entre las atemorizantes sombras buscando el origen de esa risita neurasténica. Rodeando la ruina, donde la oscuridad se hacia intimidante observo al guía inclinado ante una aparición que me heló la sangre. Una entidad más negra que la noche dejando una estela de cerrazón. Era todo el dolor y la angustia, el temor y el terror contenido desde la noche de los tiempos. Comencé a temblar y creo que emití algún gemido pues me encontré sorpresivamente con un par de ojos cargado de odio que me observaban, mientras la entidad se disipaba abruptamente. Comencé a retroceder angustiado, tropezando con los restos pétreos de mí alrededor mientras el guía avanzaba hacia mí y una extraña sombra iba tiñendo el refugio rápidamente. Me levante y a los tropezones llegue al bote, que arrastre a la orilla en el paroxismo del temor. Se que caí sobre el mientras la sombra avanzaba sobre la arena y yo comenzaba a remar; mientras el guía de un salto se aferraba al borde de la embarcación logrando subir. Caí por el movimiento brusco de la embarcación hacia atrás, mientras miraba desesperado a mí alrededor. El guía dio un grito de alegría, mientras gesticulaba con sus brazos al aire acercándose lentamente. Atiné solo a tirarme al agua, tratando de alejarme de este loco, mientras una extraña negrura cubría todo a mí alrededor. En el fondo, una corriente convulsionada me arrastraba hacia una extraña luz blanca azulada que me atraía suavemente hacia lo fatal…” Una brusca bocanada de aire que se desliza por la ventana apaga el velón, mientras susurros suaves sobresaltan a la hermana Teresa que raudamente la enciende de nuevo, temblando, observando las sombras a su alrededor con una mano aferrada a su pecho.

domingo, 1 de marzo de 2009

XVI - En el Antigal

El hombre, apretando un puño sobre el pecho acecha el paisaje circundante. Con ojos recelosos y anhelantes contempla a la hermana que lentamente desciende por el sendero, camino al pueblo. Había estado dando vueltas por los alrededores cuando, camino a su casa, vio el movimiento de uniformes policiales; años de persecuciones lo habían hecho cauteloso. Se coloco la capucha de la campera, pues shulco soplaba entusiastamente el antigal como queriendo, a los dispersos despojos, insuflarles vida. Vida que a él se le escapaba a cada instante. El dolor se agudizaba con cada movimiento involuntario del cuerpo; casi sin darse cuenta, siente su rodilla izquierda doblarse lentamente bajo el peso que ejercía Shulco sobre él. Como un calidoscopio, imágenes circundaban el área volátil de sus pensamientos. Una en particular se aferraba a su mente; la de un hombre cayendo frente suyo ante el paroxismo del mas ineluctable terror. Sacudió la cabeza con desesperación intentando reincorporarse llevando una vez más el puño sobre su pecho. El dolor, siempre el dolor, lacerante e insoportable. Un ruido sordo, de motores alejándose lo sobresalta. Trastabilla aferrándose a una roca a la cual Shulco lo empuja con bravura. Desde allí, parapetado ve una vez mas vehículos oscuros cruzar fantasmales bajo la complicidad del polvo levantado a su alrededor. Comenzó a temblar, pues había reconocido esos camiones; pertenecían a un pasado que se empeñaba en no dejarlo escapar. Se quedo quieto, observando las nubes de polvo que formaban caprichosos arabescos en el espacio de esa puna árida. El no sabia discernir si esos arabescos eran formas reales y cambiantes o símbolos que proyectaba su subconsciente, símbolos que le anunciaba un fatídico final. Se recostó agobiado en la roca y lúdicamente Shulco comienza a adormecerlo. Las imágenes guarecidas en el cofre de su memoria se barajaron caprichosamente, cayendo una ante sus ojos entreabiertos: una laguna. La mina había quedado atrás, y en ese rememorar, en ese atisbo de espacio y de tiempos idos se veía trastabillando en un sendero que ascendía paulatinamente, topándose de golpe con camélidos, dieta de primitivos y actuales habitantes del suelo andino, nómades y de hábitos cazadores-recolectores. Estas llamas figuran en numerosas pinturas rupestres donde aparecen muy bien representadas en las escenas de cacería. Trastabillando se acercó a una que levemente se inquietó, la cual presentaba características morfológicas comunes: callosidades en su pecho y un color albo. La llama es en efecto muy dócil; pero es necesario conocer sus sistemas de defensa. Uno de los más espectaculares consiste en lanzar un esputo nauseabundo y ácido compuesto por sustancias digeridas parcialmente por el estómago. El agresor así bañado puede aún considerar que ha tenido suerte si no le ha entrado nada en los ojos. El tuvo esa suerte. Mientras se limpiaba el rostro frenéticamente, de espaldas, se lamentó de no haber tomado otra senda. Siguió caminando tratando de alejarse de esta tropa tan mal predispuesta hacia su persona. El paisaje se fue abriendo para mostrar un espejo de agua intimidador. Voces lejanas hicieron que se agazape cauteloso, mientras una nube de polvo se sumaba a un rumor apagado que venía de un camino distante. Se arrastró varios metros oteando en búsqueda del origen de las voces. En el centro de la laguna vio un bote con una persona que en un estado frenético y fuera de si declamaba y daba manotazos en el aire como si peleara con algún ser invisible. De pronto trastabilla ocasionando que el bote gire con su peso, cayendo al agua densa que lo recibe con una danza étnica de múltiples anillos anhelantes. Nunca supo que fuerza lo impulso a levantarse, correr y zambullirse en esa aguas de pesadilla. Las aguas oscuras lo recibieron y luego de unos instantes de búsqueda, de salir a buscar oxigeno y volver a sumergirse, vio la silueta del hombre luchando en el agua a medida que se hundía. Nadó hacia él con la intención de agarrarlo y ayudarlo a emerger. Extrañamente, una fosforescencia blanco azulada aumentaba su intensidad a medida que se sumergían en esas aguas, como si al alterarlas hubieran despertado a fuerzas milenariamente dormidas. Era una luz que hechizaba los sentidos. El hombre dejo de luchar lentamente y comenzó a nadar hacia el centro de esa luz, como hipnotizado, hasta desaparecer. El se dejó llevar también por la fascinación de la emisión. Contemplaba como, una imagen que a su mente parecía una especie de flor que abría lentamente sus pétalos, parecía ser el objeto de esa radiancia hipnótica. De pronto, sintió un tirón en sus tobillos pues alguien jalaba de sus piernas sacándolo a la superficie. Vio como un hombre rana lo jalaba hasta la orilla donde un grupo de policías lo ayudaban a salir. Luego de temblar convulsivamente a causa de las frías aguas y shockeado por la experiencia vivida se percata que alguien estaba parado frente a él. Levanta la vista y observa un rostro severo que lo mide fijamente:
- Soy el oficial Galo de la regional. ¿Se siente bien?
Un graznido largo lo vuelve a la realidad. Otra vez ese dolor punzante mientras shulco castiga lúdicamente el antigal.

sábado, 21 de febrero de 2009

XV - Peñas Blancas

La hermana Teresa contempla la cima irregular de un morro llamado Peñas Blancas, donde una gruta de la virgen se ha convertido en una atracción turística. En ese lugar, al cual se accede caminando en constante subida desde el pueblo y cuyo ascenso dura una media hora, es su lugar de meditación. Allí va cuando esta confundida o asustada, allí encuentra un estado de paz particular que clarifica sus ideas y le da armonía espiritual. Se topa con una majada de ovejas dispersas, cuyo pastor, ausente, la ha dejado al cuidado de un perro viejo que ladra constantemente buscando reunirlas de nuevo. Los balidos se mezclan con la risa alegre de un grupo de turistas que bajan al encuentro de la hermana, a la cual saludan respetuosamente. La hermana Teresa les sonríe, mientras toma aire, pues la cuesta es pronunciada y el oxigeno escaso. Al rato, sentada frente a la gruta de la virgen, cuyo acceso se logra luego de subir unas escaleras sinuosas, contempla maravillada la explosión de verdes en contraste con el blanco de la peña y la arcilla en sus múltiples variedades de gama en la que se regocijan sus ojos. Abre el diario del padre Bernal y continúa leyendo:
“... la directiva del guía me intranquiliza un poco, su conducta a sufrido un cambio extraño desde que llegamos. He sorprendido sus miradas huidizas e incluso me ha mirado de una forma intranquilizadora varias veces, seguida de una mueca burlona en sus labios. Luego de atender a los caballos, lo he observado alejarse hacia las ruinas de un refugio derruido hace mucho tiempo, agazaparse y hablar solo entre risitas nerviosas. La sensación en este lugar es horrible, a medida que avanza la oscuridad, pareciera que las sombras se multiplicaran y afectara emocionalmente a los dos, pero de formas distintas. El guía actúa como si estuviera en su elemento, pero a mi me va ganando una angustia y un temor que no puedo controlar. La sensación de ser observado hace que mire cada rincón del refugio y hasta me parece que las sombras se mueven a intervalos, seguido de un frío gélido que extrañamente no altera la superficie cenagosa de la laguna. Muy extraño, como si el aire no la tocara. Mi mente no puede evitar recordar que en noches, tal vez como esta, oscuros helicópteros dejaban caer cuerpos agonizantes, o ya muertos sobre estas aguas, durante la época del proceso militar. El guía empieza a mirarme constantemente, su mirada destila un odio visceral, moviéndose inquieto, como si luchara con pensamientos que no puede controlar. El temor empieza a hacerme temblar; adivino que esta va a ser una noche larga, porque no voy a poder dormir en la presencia de este loco. Sigo cada movimiento, como ocurre cuando uno esta ante la presencia de un elemento que la mente ha catalogado como peligroso. No voy a descuidarme, aunque me pregunto que produce este cambio en las conductas. A mi se me acrecentaron mis miedos, en cambio al guía pareciera que le potenciara sus odios y sus resentimientos reprimidos. Empieza a tirar piedras al agua, con una ira en continuo aumento, para luego sentarse en un rincón de la pared de piedra, como si sufriera de espasmos, seguido de risitas burlonas. Alimento el fuego con unos pedazos de troncos y yaretas para luego acomodarme en la bolsa de dormir. Contemplo un cielo límpido aunque sin luna, con estrellas enormes, donde se puede ver que cada una brilla con un color distinto. Fenómeno que solo se da en estos lugares, donde nos encontramos por arriba de los 4.000 metros sobre el nivel del mar. El guía se aleja hacia los caballos luego de echarme una mirada furtiva. Me asusta la reacción de los animales que se encabritan al verlo llegar, tirando coses en el aire. Desiste y se vuelve con una risita divertida, pareciera que disfruta con el efecto que produce sobre ellos, pero su risita se corta cuando sorpresivamente sus ojos se vuelven hacia mi...” Un coro de voces sobresalta a la hermana Teresa que cierra el diario violentamente. Dos turistas suben las escaleras de piedra para contemplar la gruta.
- Hola, hermana, ¿molestamos?
- No, para nada. ¿Desean que los deje solo para que se comuniquen con la madre de Dios?
-No, hermana, solo nos sacaremos unas fotos y nos vamos. ¿Podría usted sacarnos unas fotos? Prometemos dejarla luego sola - y con una sonrisa simpática le acerca a la hermana la cámara.
Luego de que los turistas se hayan ido, la hermana contempla un morro hacia su derecha, donde pareciera que la silueta de un hombre estuviera parado observando. No le llama la atención pues allí se encuentra un antigal, o sea un antiguo asentamiento indígena, que servia a la vez de enterratorio. Los omaguas tenían como costumbre enterrar a sus muertos en los vértices de las casas; a los niños lo enterraban en urnas. Al instante la silueta desaparece y la hermana decide volver a la prelatura. Empieza a hacer frío, Shulco arrecia con más fuerzas y el camino por recorrer es tedioso.

viernes, 13 de febrero de 2009

XIV - Remolino de trapos

Luego de esperar mucho tiempo luchando con mi indecisión y el terror que afecta mi motricidad, decido ingresar al túnel. No creo en las casualidades y algo dentro de mí me dice que los encuentros ocasionales y no tantos con el mendigo se deben a alguna razón velada para mi entendimiento. Otra vez la oscuridad y mis pasos torpes intentando avanzar. A medida que la vista se habitúa a la oquedad, distingo un reflejo en el suelo, entre el osario cuyo frutos pateo a cada instante. Tanteando, mis manos tocan algo frío, metálico, no cabía duda, son restos de armaduras. De pronto quede petrificado, siento que el temor esta generando una angustia desmedida y el sudor de mis manos temblorosas empieza a ser cada vez mas incontrolable. Algo me roza al pasar a mi lado, algo gélido, pero no es ese la causa de mi temblor. Siento que lo que me ha rozado se yergue lentamente delante de mí, en silencio, como contando los latidos de mi corazón que galopa por este túnel descompasadamente. Siento un aliento frío en mi rostro a medida que empiezo a deslizarme al piso sin fuerzas, pero, algo aferra mi brazo levantándome en vilo, mientras una voz con ecos de ultratumba, sorda y áspera me recrimina:
- Te dije que te fueras.
El tiempo se detiene en este instante donde el terror no me deja pronunciar palabra, y mi angustia lacera el corazón.
- No solo no te fuiste, sino que debo tolerar tus acechanzas ¿Que quieres de mí?
Con un gran esfuerzo, casi en un susurro alcanzo a decir:
- Respuestas.
-El no debe vernos juntos, ¿entiendes? El daño ya esta consumado, no se puede hacer nada. Debes alejarte de este lugar, porque el te busca y va a destruirte.
Temblando en esta atmósfera que se me antoja demoníaca, solo atino a preguntar:
-¿De quién me hablas? ¿Quien eres tú?
Un chillido hace ecos dentro del túnel. El mendigo se agazapa sobresaltado, soltándome violentamente. Una saeta blanca pasa por sobre nuestras cabezas para rebotar en las angostas paredes de tierras, hasta que por fin encuentra la salida. Detrás de ella, una sombra acurrucada sale sigilosa envuelta en un remolino de trapos. Quedo sólo, al borde de una convulsión, internándome a tropezones como un autómata dentro del túnel, en sentido contrario al de aquella sombra. Después de no se cuanto tiempo, agotado, me apoyo en una de las paredes, perdido, aturdido. El aire esta enrarecido y yo casi asfixiado; mucho polvo acumulado. Levanto mi mano y al tanteo descubro que la pared ya no es de tierra, sino de madera. Al apoyarme en ella, cede y una bocanada de aire fresco me hace descubrir que me encuentro en el piso, observando un altar bañado en oro, con una base de cardones lustrado.
Al girar, contemplo los zapatos lustrados de un cura cantando un himno junto a sus feligreses. Silenciosamente vuelvo a ingresar al túnel, desandándolo raudo pero confundido ante el sorpresivo descubrimiento.

domingo, 18 de enero de 2009

XIII - Al acecho del sospechoso

Shulco crea remolinos rojizos, generando un manto asfixiante que hiere los ojos, haciéndolos lagrimear. El sargento, hace una seña a los hombres apostados y parapetados detrás de las paredes de adobe, pidiéndoles cautela. La casa que vigilan es humilde, adobe y techo de chapa; en lo demás no se diferencia mucho del estilo de las construcciones de la puna, puertas y ventanas chicas para evitar en lo posible el ingreso del polvo que Shulco usa lúdicamente sofocando las casas del barrio alto. A una señal dos policías corren sigilosamente apostándose a ambos lados de la puerta, para luego patearla abriéndola de par en par. El sargento, a través del altavoz grita:
- Los de la casa, salgan con las manos en la cabeza, es la policía – Al no obtener respuesta hace una seña a uno de sus hombres cerca de la puerta para que ingrese. El uniformado, de rodilla se asoma a la entrada espiando con cuidado en su interior, para luego ingresar seguido de su compañero. A los minutos salen:
- No hay nadie sargento, pero hay señales de que el sospechoso estuvo hasta hace no mucho.
Con un gesto de contrariedad, el sargento les hace una seña para que suban a la camioneta de la regional. Queda mirando al pueblo desde esa altura preguntándose en donde estaría ese hombre en ese momento.
Cuando la camioneta ingresa a la comisaría doblan las campanadas del cabildo anunciando la salida de San Francisco Solano, para bendecir a los feligreses que en ese momento salen de la misa y a los turistas que se agolpan en la plaza para contemplar por primera vez esta atracción. Idea del "Abogado de la Argentinidad" y "Protector de Humahuaca", Dr. Ernesto E. Padilla, quien fue un estudioso de la vida del santo. El Dr. Padilla, en lugar de emprender revanchismos estéri­les contra los demoledores del antiguo cabildo de Humahuaca, se dio a la idea de construir algo que lo suplantara en el interés turístico, y es así que concibió la idea de levantar el cabildo actual con la imagen articulada de San Francisco Solano, en un justo homenaje al santo que tanto hizo por civilizar esta zona (pasó por Humahuaca en 1590). La de San Francisco Solano es la primera imagen articulada de un santo en todo el mundo y fue inaugurada el 02 de Febrero de 1940.
El oficial hace pasar al sargento......cuyo rostro delataba el resultado de la detención.
- Quiero buenas noticias, sargento.
- Lo siento Galo, un informante nos dijo que el sospechoso estaba en su casa, pero no encontramos a nadie.
-Tiene una suerte endemoniada. Pareciera que previera nuestros movimientos.
- ¿Crees que tiene algo que ver con la muerte del Padre Bernal?
-No lo se. Pero hay demasiadas casualidades en este caso. Si la testigo dice la verdad, él puede saber algo que aclare todo esto. Pero, por otro lado, el hecho que nos evada lo incrimina indirectamente.
- ¿Qué hacemos ahora?
- Ubica un hombre vestido de civil cerca de la casa. En algún momento tiene que volver a ella y allí lo agarraremos.
El sargento asiente y sale, mientras Galo rememora un hecho en la cual este hombre estuvo implicado hace algún tiempo. Se lo había visto en el pueblo de Chorcán el mismo día en que un guía del pueblo había perecido ahogado en la Laguna de Leandro. Chorcán queda cerca de Parca de Aparzo, otro pueblo a 55 kilómetros de Humahuaca, por camino de tierra y cornisa, flanqueado por un paisaje multicolor. Para ser más exactos, La Laguna de Leandro pertenece al distrito de Chorcán, en el Departamento de Humahuaca. Un pueblo arraigado en sus más puras tradiciones, se transitan tres kilómetros al sur para maravillarse con las ruinas de un fuerte, que, según los historiadores, fueron trincheras de los patriotas en la lucha por la Independencia en puerta de Zenta. Allí se explotan minerales de plomo y baritina, extraídos de las minas "Santa Ana" y "Gigante". También se comercia con artesanías, por ejemplo, barracanes, ponchos y alfarería. El acceso es por un camino de tierra, a pie.
El testimonio del sospechoso en aquel entonces era que había sido trasladado de Mina del Aguilar para trabajar en la explotación de los minerales de plomo en la región. De haberle tomado testimonio y de haber sido el principal sospechoso por el prontuario que llevaba como un estigma, era que Galo le conocía.