La hermana Teresa se acerca cansinamente al sagrario, aferrándose al albo lienzo que lo cubre, contemplando fascinada el reverberar bruñido del altar. Aferrada al púlpito se sentía protegida flanqueada por los ángeles arcabuceros, que con sus fusiles al hombro custodian la iglesia prelaticia desde su fundación. En esa devota expectación con el Señor se percata que un monje, aparentemente de la orden franciscana por el atuendo, pero incomprensiblemente todo de blanco, se encuentra de rodilla en aparente estado de oración. Ella se siente contagiada de tal beatitud que se predispone a orar al Señor recitando la oración que nuestro Señor Jesucristo, en sus visiones le había enseñado a la hermana faustina:… “Hoy tráeme a toda la Humanidad, especialmente a todos los pecadores y sumérgelos en la inmensidad de mi Misericordia. De esta Forma me consolarás de la amarga tristeza en que me sume la pérdida de las almas. Hoy tráeme a las almas de los sacerdotes y religiosos y sumérgelas en mi insondable Compasión. Hoy tráeme a las almas que están detenidas en el purgatorio y sumérgelas en las profundidades de mi Clemencia…”Cuando llega a esta parte del recitado, el monje se incorpora lentamente caminando con la cabeza gacha hacia el altar, ubicándose detrás del púlpito, inclinándose lentamente, desapareciendo de la visión de la hermana. Siguió rezando, pero al cabo de un tiempo le llamo la atención no ver surgir al monje de nuevo. Se levanto disimuladamente rodeando el atrio, pero no encontró al beato. Su sorpresa se acrecentaba, pues no había forma de que el monje se alejara sin que ella lo viera. Dubitativamente se acerco al supuesto lugar donde había visto por última vez al hermano, llamándole la atención un objeto en el suelo. Un hálito repentino, helado, sopla sobre los velones de la iglesia apagando algunos, mientras un espasmo le recorre por todo el cuerpo. Mirando en derredor lo toma, pensando que el religioso había dejado olvidado su libro de oraciones. Lo guardó entre sus ropas y se alejo a su aposento. En la intimidad de el, la hermana Teresa ojea con curiosidad el libro, descubriendo que no era un compendio de oraciones sino un diario personal. Dudo un momento, analizando si era ético o no profanar sus líneas. Al fin, la curiosidad siguió la estría del menor esfuerzo y se predispuso a leerlo. Lo que leyó en la primera hoja hizo que el libro se deslizara al suelo con un estrépito sordo al chocar con el parquee recién barnizado: Diario del Padre Bernal, por la gracia del Señor, iniciado el 1 de Abril de 2005…”. Lo levanto temblorosa.
… “Siendo un estudioso costumbrista, siempre me llamo la atención determinadas fiestas y rituales andinos. Entre ellos el efectuado en febrero o marzo de cada año, en la cual Humahuaca se convierte en la capital del carnaval y centro de la quebrada. Esta celebración se inicia días antes con la fiesta del Tantanakuy, encuentro de instrumentistas de todo el país. El Carnaval de Humahuaca, de entusiasta participación popular, es uno de los más famosos del país, y atrae tanto a visitantes locales como extranjeros. Dura ocho días, y en ella los participantes utilizan máscaras, disfraces, trajes coloridos y ritos. El disfraz más típico es el del diablo. Desde que se lo desentierra en un rito particular de cada comparsa y en un lugar determinado por cada una de ellas, todas las contenciones humanas quedan liberadas, en la cual el ser quebradeño queda a merced de todas sus debilidades y de todos los deseos reprimidos. Son ocho días donde el demonio sale de sus flamígeros dominios y se enseñorea de la quebrada y puna. He visto como detrás de comparsas ebrias no solo de júbilo, hordas oscuras liban del vaso de los festejantes en obscenas manifestaciones. He visto la codicia, las envidia y el odio encaramarse como garras estrujando el corazón de cada enfiestado. Siendo el móvil de más de un asesinato en los callejones oscuros, donde solo un viejo búho es testigo accidental y silencioso de las coplas que se desgranan como una mínima muestra de una inspiración tan actual y milenaria como cósmica, alcohólica y mineral de los andes…
“Las noches de carnaval
Terminan en una orgía.
La culpa no es de mi raza,
Es de la antropología.”
He visto esas sombras recorrer en noches propicias los empiedres de las calles adueñándose de las almas de sus habitantes, tentándolos, obcecándolos, poseyéndolos...” La hermana Teresa hace un alto, mientras trata de controlar las sacudidas de sus manos. Afuera Shulco se entretiene lúdicamente con la ventana que golpea rítmicamente contra la celosía, mientras una helada sensación le produce un escalofrío. Se percata de que el diario esta cubierto de tierra, como si hubiera sido desenterrado recientemente. Luego de limpiarlo un poco continúa leyendo… “En las noches oscuras donde se apaga la gran luminaria, no puedo dormir, pues un sinnúmero de ruidos pueblan cada rincón de mi recamara, despertándome sobresaltado con la sensación de que algo me observa…en esas noches caigo de rodillas ante la imagen del señor rogando por el perdón de mis pecados…pero el miedo que se va apoderando de mi es mas fuerte. Miedo a la oscuridad, al silencio, al viento que me trae voces extrañas, murmullos sombríos. Pensamientos pecaminosos contra los cuales lucho estrujando las cuentas de mi rosario…No tengo fuerzas ya ni para imitar en este caso a San Francisco de Asís…” Un golpe sordo de la hoja de la ventana, sobresalta a la hermana Teresa. Deja el libro sobre la mesa de luz, disponiéndose a cerrarla, aunque de reojo le parece haber visto una sombra ocultarse rauda. Al mirar por ella hacia la plaza, desierta a esa hora, contempla un hombre oscuro sentado, con la cabeza coronada por una capucha observando insistente su ventana, para luego dirigirla hacia lo alto del cabildo como si esperara la bendición de san francisco solano.
… “Siendo un estudioso costumbrista, siempre me llamo la atención determinadas fiestas y rituales andinos. Entre ellos el efectuado en febrero o marzo de cada año, en la cual Humahuaca se convierte en la capital del carnaval y centro de la quebrada. Esta celebración se inicia días antes con la fiesta del Tantanakuy, encuentro de instrumentistas de todo el país. El Carnaval de Humahuaca, de entusiasta participación popular, es uno de los más famosos del país, y atrae tanto a visitantes locales como extranjeros. Dura ocho días, y en ella los participantes utilizan máscaras, disfraces, trajes coloridos y ritos. El disfraz más típico es el del diablo. Desde que se lo desentierra en un rito particular de cada comparsa y en un lugar determinado por cada una de ellas, todas las contenciones humanas quedan liberadas, en la cual el ser quebradeño queda a merced de todas sus debilidades y de todos los deseos reprimidos. Son ocho días donde el demonio sale de sus flamígeros dominios y se enseñorea de la quebrada y puna. He visto como detrás de comparsas ebrias no solo de júbilo, hordas oscuras liban del vaso de los festejantes en obscenas manifestaciones. He visto la codicia, las envidia y el odio encaramarse como garras estrujando el corazón de cada enfiestado. Siendo el móvil de más de un asesinato en los callejones oscuros, donde solo un viejo búho es testigo accidental y silencioso de las coplas que se desgranan como una mínima muestra de una inspiración tan actual y milenaria como cósmica, alcohólica y mineral de los andes…
“Las noches de carnaval
Terminan en una orgía.
La culpa no es de mi raza,
Es de la antropología.”
He visto esas sombras recorrer en noches propicias los empiedres de las calles adueñándose de las almas de sus habitantes, tentándolos, obcecándolos, poseyéndolos...” La hermana Teresa hace un alto, mientras trata de controlar las sacudidas de sus manos. Afuera Shulco se entretiene lúdicamente con la ventana que golpea rítmicamente contra la celosía, mientras una helada sensación le produce un escalofrío. Se percata de que el diario esta cubierto de tierra, como si hubiera sido desenterrado recientemente. Luego de limpiarlo un poco continúa leyendo… “En las noches oscuras donde se apaga la gran luminaria, no puedo dormir, pues un sinnúmero de ruidos pueblan cada rincón de mi recamara, despertándome sobresaltado con la sensación de que algo me observa…en esas noches caigo de rodillas ante la imagen del señor rogando por el perdón de mis pecados…pero el miedo que se va apoderando de mi es mas fuerte. Miedo a la oscuridad, al silencio, al viento que me trae voces extrañas, murmullos sombríos. Pensamientos pecaminosos contra los cuales lucho estrujando las cuentas de mi rosario…No tengo fuerzas ya ni para imitar en este caso a San Francisco de Asís…” Un golpe sordo de la hoja de la ventana, sobresalta a la hermana Teresa. Deja el libro sobre la mesa de luz, disponiéndose a cerrarla, aunque de reojo le parece haber visto una sombra ocultarse rauda. Al mirar por ella hacia la plaza, desierta a esa hora, contempla un hombre oscuro sentado, con la cabeza coronada por una capucha observando insistente su ventana, para luego dirigirla hacia lo alto del cabildo como si esperara la bendición de san francisco solano.
