La comisaría es amplia, moderna para el estilo arquitectónico colonial que caracteriza a las casas del pueblo, en su mayoría hechas de adobe. Ubicada en una esquina, sus ventanales se vivifican con el verde pomposo de la plaza que se encuentra en frente. Apoyado en un escritorio de cardon lustrado, el oficial Galo contempla las múltiples fotos desparramadas al azar. Eran fotos de las personas que habían ingresado al pueblo recientemente y que tenían prontuario. En ese momento, golpes en la puerta le anuncia que la persona esperada ha llegado.
- Pase.- La persona que ingresa es una mujer de unos 40 años, tez curtida por la excesiva exposición a la intemperie. Su mirada apagada recorre con timidez los alrededores ante de posarse en la del oficial.
-Siéntese.- Le acerca una silla tosca, en la cual la mujer apoya su humanidad.- ¿Su nombre es Ester Rodríguez? Ella lo mira temerosa farfullando un si casi inaudible.
-¿Podría relatarme lo que dice que vio la noche aquella en que se encontró el cuerpo del difunto?
-Si, señor oficial. Yo estaba sentada descansando en el anfiteatro del Monumento. Digo descansando porque venía caminando desde la Banda y todavía tenía un largo trecho hasta llegar hasta mi casa. Mi marido me había dicho que llegara...
- Limítese a los hechos, por favor, ¿qué vio?
- Como le iba diciendo, oficial, yo descansaba, cuando sentí que algo bajaba desde las escalinatas del Monumento precipitadamente llevándose los churquis por delante. Me asuste pensando que podía ser algún animal; un perro. Salí corriendo, subiendo hacia los barrios altos, alejándome del lugar. Cuando alcanzo las escaleras de piedra, veo en la oscuridad un hombre bajando a grandes zancadas.
- ¿Un hombre dice? Era noche cerrada. ¿Esta segura que era un hombre?
- Pero, si me llevo por delante, señor. Llevaba lo que parecía una campera amplia, con la capucha sobre su cabeza. Yo caí al costado a causa del impacto.
-¿Pudo verle el rostro?
- Si, señor oficial, porque al chocar conmigo se volvió como sorprendido y parecía mas asustado que yo.
-Dígame, ¿el hombre que vio se encuentra entre estas fotos?- Mientras le acerca las fotos, estudia el rostro de la mujer que abre los ojos desmesuradamente como sorprendida y mientras se las entrega murmura:
-Se parece a este, señor oficial.- Galo asiente pensativo con la cabeza mientras que con un gesto le indica que se retire. Cuando la mujer se aleja, cerrando la puerta, se acerca a la ventana abstraído, haciendo girar la foto entre sus dedos. Conocía a ese hombre. Tenía un gran prontuario de hechos delictivos desde los 14 años. A pesar de haber sido sospechoso de varios asesinatos, nunca se le pudo demostrar o acusar de alguno de ellos. Desde hace varios meses habitaba en el pueblo, desde que había sido despedido de Mina del Aguilar. Vivía en los barrios altos en una casita que había sido de sus padres. Encendió un cigarrillo con un suspiro. ¿Era casualidad, un hombre huyendo del mismo lugar y a la misma hora en que un cuerpo, según el forense, ya se hallaba muerto, a pesar del diagnostico de muerte por ataque cardiaco?
Luego de reflexionar unos segundos impartió la orden de detención del sospechoso, para un interrogatorio de rutina. Su presencia en la escena del crimen era un cabo suelto que lo intranquilizaba.
- Pase.- La persona que ingresa es una mujer de unos 40 años, tez curtida por la excesiva exposición a la intemperie. Su mirada apagada recorre con timidez los alrededores ante de posarse en la del oficial.
-Siéntese.- Le acerca una silla tosca, en la cual la mujer apoya su humanidad.- ¿Su nombre es Ester Rodríguez? Ella lo mira temerosa farfullando un si casi inaudible.
-¿Podría relatarme lo que dice que vio la noche aquella en que se encontró el cuerpo del difunto?
-Si, señor oficial. Yo estaba sentada descansando en el anfiteatro del Monumento. Digo descansando porque venía caminando desde la Banda y todavía tenía un largo trecho hasta llegar hasta mi casa. Mi marido me había dicho que llegara...
- Limítese a los hechos, por favor, ¿qué vio?
- Como le iba diciendo, oficial, yo descansaba, cuando sentí que algo bajaba desde las escalinatas del Monumento precipitadamente llevándose los churquis por delante. Me asuste pensando que podía ser algún animal; un perro. Salí corriendo, subiendo hacia los barrios altos, alejándome del lugar. Cuando alcanzo las escaleras de piedra, veo en la oscuridad un hombre bajando a grandes zancadas.
- ¿Un hombre dice? Era noche cerrada. ¿Esta segura que era un hombre?
- Pero, si me llevo por delante, señor. Llevaba lo que parecía una campera amplia, con la capucha sobre su cabeza. Yo caí al costado a causa del impacto.
-¿Pudo verle el rostro?
- Si, señor oficial, porque al chocar conmigo se volvió como sorprendido y parecía mas asustado que yo.
-Dígame, ¿el hombre que vio se encuentra entre estas fotos?- Mientras le acerca las fotos, estudia el rostro de la mujer que abre los ojos desmesuradamente como sorprendida y mientras se las entrega murmura:
-Se parece a este, señor oficial.- Galo asiente pensativo con la cabeza mientras que con un gesto le indica que se retire. Cuando la mujer se aleja, cerrando la puerta, se acerca a la ventana abstraído, haciendo girar la foto entre sus dedos. Conocía a ese hombre. Tenía un gran prontuario de hechos delictivos desde los 14 años. A pesar de haber sido sospechoso de varios asesinatos, nunca se le pudo demostrar o acusar de alguno de ellos. Desde hace varios meses habitaba en el pueblo, desde que había sido despedido de Mina del Aguilar. Vivía en los barrios altos en una casita que había sido de sus padres. Encendió un cigarrillo con un suspiro. ¿Era casualidad, un hombre huyendo del mismo lugar y a la misma hora en que un cuerpo, según el forense, ya se hallaba muerto, a pesar del diagnostico de muerte por ataque cardiaco?
Luego de reflexionar unos segundos impartió la orden de detención del sospechoso, para un interrogatorio de rutina. Su presencia en la escena del crimen era un cabo suelto que lo intranquilizaba.

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