domingo, 1 de marzo de 2009

XVI - En el Antigal

El hombre, apretando un puño sobre el pecho acecha el paisaje circundante. Con ojos recelosos y anhelantes contempla a la hermana que lentamente desciende por el sendero, camino al pueblo. Había estado dando vueltas por los alrededores cuando, camino a su casa, vio el movimiento de uniformes policiales; años de persecuciones lo habían hecho cauteloso. Se coloco la capucha de la campera, pues shulco soplaba entusiastamente el antigal como queriendo, a los dispersos despojos, insuflarles vida. Vida que a él se le escapaba a cada instante. El dolor se agudizaba con cada movimiento involuntario del cuerpo; casi sin darse cuenta, siente su rodilla izquierda doblarse lentamente bajo el peso que ejercía Shulco sobre él. Como un calidoscopio, imágenes circundaban el área volátil de sus pensamientos. Una en particular se aferraba a su mente; la de un hombre cayendo frente suyo ante el paroxismo del mas ineluctable terror. Sacudió la cabeza con desesperación intentando reincorporarse llevando una vez más el puño sobre su pecho. El dolor, siempre el dolor, lacerante e insoportable. Un ruido sordo, de motores alejándose lo sobresalta. Trastabilla aferrándose a una roca a la cual Shulco lo empuja con bravura. Desde allí, parapetado ve una vez mas vehículos oscuros cruzar fantasmales bajo la complicidad del polvo levantado a su alrededor. Comenzó a temblar, pues había reconocido esos camiones; pertenecían a un pasado que se empeñaba en no dejarlo escapar. Se quedo quieto, observando las nubes de polvo que formaban caprichosos arabescos en el espacio de esa puna árida. El no sabia discernir si esos arabescos eran formas reales y cambiantes o símbolos que proyectaba su subconsciente, símbolos que le anunciaba un fatídico final. Se recostó agobiado en la roca y lúdicamente Shulco comienza a adormecerlo. Las imágenes guarecidas en el cofre de su memoria se barajaron caprichosamente, cayendo una ante sus ojos entreabiertos: una laguna. La mina había quedado atrás, y en ese rememorar, en ese atisbo de espacio y de tiempos idos se veía trastabillando en un sendero que ascendía paulatinamente, topándose de golpe con camélidos, dieta de primitivos y actuales habitantes del suelo andino, nómades y de hábitos cazadores-recolectores. Estas llamas figuran en numerosas pinturas rupestres donde aparecen muy bien representadas en las escenas de cacería. Trastabillando se acercó a una que levemente se inquietó, la cual presentaba características morfológicas comunes: callosidades en su pecho y un color albo. La llama es en efecto muy dócil; pero es necesario conocer sus sistemas de defensa. Uno de los más espectaculares consiste en lanzar un esputo nauseabundo y ácido compuesto por sustancias digeridas parcialmente por el estómago. El agresor así bañado puede aún considerar que ha tenido suerte si no le ha entrado nada en los ojos. El tuvo esa suerte. Mientras se limpiaba el rostro frenéticamente, de espaldas, se lamentó de no haber tomado otra senda. Siguió caminando tratando de alejarse de esta tropa tan mal predispuesta hacia su persona. El paisaje se fue abriendo para mostrar un espejo de agua intimidador. Voces lejanas hicieron que se agazape cauteloso, mientras una nube de polvo se sumaba a un rumor apagado que venía de un camino distante. Se arrastró varios metros oteando en búsqueda del origen de las voces. En el centro de la laguna vio un bote con una persona que en un estado frenético y fuera de si declamaba y daba manotazos en el aire como si peleara con algún ser invisible. De pronto trastabilla ocasionando que el bote gire con su peso, cayendo al agua densa que lo recibe con una danza étnica de múltiples anillos anhelantes. Nunca supo que fuerza lo impulso a levantarse, correr y zambullirse en esa aguas de pesadilla. Las aguas oscuras lo recibieron y luego de unos instantes de búsqueda, de salir a buscar oxigeno y volver a sumergirse, vio la silueta del hombre luchando en el agua a medida que se hundía. Nadó hacia él con la intención de agarrarlo y ayudarlo a emerger. Extrañamente, una fosforescencia blanco azulada aumentaba su intensidad a medida que se sumergían en esas aguas, como si al alterarlas hubieran despertado a fuerzas milenariamente dormidas. Era una luz que hechizaba los sentidos. El hombre dejo de luchar lentamente y comenzó a nadar hacia el centro de esa luz, como hipnotizado, hasta desaparecer. El se dejó llevar también por la fascinación de la emisión. Contemplaba como, una imagen que a su mente parecía una especie de flor que abría lentamente sus pétalos, parecía ser el objeto de esa radiancia hipnótica. De pronto, sintió un tirón en sus tobillos pues alguien jalaba de sus piernas sacándolo a la superficie. Vio como un hombre rana lo jalaba hasta la orilla donde un grupo de policías lo ayudaban a salir. Luego de temblar convulsivamente a causa de las frías aguas y shockeado por la experiencia vivida se percata que alguien estaba parado frente a él. Levanta la vista y observa un rostro severo que lo mide fijamente:
- Soy el oficial Galo de la regional. ¿Se siente bien?
Un graznido largo lo vuelve a la realidad. Otra vez ese dolor punzante mientras shulco castiga lúdicamente el antigal.

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